Homilías de Dom Armand Veilleux en español.

9 de agosto de 2021 - Fiesta de Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)

Deut 10:12-22; Mt 17:22-27.

Homilía

          Para esta fiesta, el leccionario litúrgico nos ofrece, en primer lugar, un hermoso texto de Oseas, donde Dios llama a su esposa para llevarla al desierto y hablarle al corazón, con fidelidad y ternura.  Y tenemos como lectura del Evangelio la parábola de las diez vírgenes invitadas a las bodas.

          Reflexionemos un poco sobre esta parábola, deteniéndonos primero en la última frase: "Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora". Aunque esta breve frase parece venir como un rayo de la nada, es la conclusión lógica de la narración anterior.   "Velar" aquí no significa esperar pasivamente, sino vivir con ojos abiertos y atentos. 

            El relato de esta parábola se sitúa en el contexto -bien conocido por los oyentes de Jesús- de una boda, según las costumbres de Israel, en la que la novia, acompañada de varias doncellas, esperaba la llegada del novio, acompañado de sus acompañantes, para comenzar el banquete, antes de que ambos fueran introducidos en la cámara nupcial. De las diez doncellas en cuestión, cinco eran previsoras (o sabias) y habían traído aceite para sus lámparas; y cinco eran necias y habían olvidado hacerlo. 

           Para entender esta parábola, tal y como se cuenta en Mateo, tenemos que relacionarla con otra enseñanza de Jesús, que se encuentra con la misma terminología en Mateo.  Es la enseñanza sobre la casa construida sobre roca o construida sobre arena. Todo el que escuche las palabras que acabo de pronunciar -dice Jesús- puede compararse a un hombre sabio (o prudente) que ha construido su casa sobre la roca... Y todo el que oiga las palabras que acabo de decir y no las ponga en práctica puede compararse a un hombre insensato (o descuidado) que construyó su casa sobre la arena..." (Mt. 7:24-27). (Mateo 7:24-27). Y este texto fue precedido por el otro en el que Jesús advierte que en el día del juicio dirá a los que profetizaron en su nombre e incluso expulsaron demonios en su nombre, pero no hicieron la voluntad de su Padre: "Nunca os conocí" (Mateo 7:21-23) - las mismas palabras que dirige en nuestro texto de hoy a las muchachas insensatas.

            El aceite de oliva ocupaba un lugar muy importante en la antigüedad bíblica, junto con el pan y el vino.  Se utilizaba para preparar alimentos, como medicina y como tónico estético para mejorar la belleza del cuerpo.  También se utilizaba para fabricar diversos perfumes y, por supuesto, como combustible para las lámparas.  Aquí, en nuestra parábola, el aceite es un símbolo de fidelidad a la palabra de Jesús, a su primer mandamiento, el del amor.  Esto es algo que todo el mundo debe vivir.  No es por egoísmo que las vírgenes sabias no puedan compartirlo con las necias; es porque nadie puede vivirlo para los demás.  Cada uno debe hacerlo por su propio bien.           

            Al final, la enseñanza de esta parábola es sencilla.  Se puede resumir en esta sencilla frase: "En el atardecer de la vida seremos juzgados por el amor".  Seremos admitidos al banquete de bodas entre Dios y la humanidad en la medida en que tengamos nuestro bagaje de amor, en la medida en que hayamos puesto en práctica durante nuestra vida este primer mandamiento que incluye todos los demás.  Si no lo hemos hecho, independientemente de las grandes cosas que hayamos hecho en nuestra vida, incluidas nuestras oraciones y actos de virtud, nos arriesgamos a que nos digan: "¡Qué pena, no te conozco!

            Pero para no terminar con esta nota, no dejemos de releer el hermoso texto del profeta Oseas, que nos informa del tipo de relación que Dios quiere tener con su Pueblo, pero también con cada persona de este Pueblo: "Te haré mi esposa (y no sólo amiga de la esposa). Te haré mi esposa con justicia y rectitud, con fidelidad y ternura... y conocerás al Señor.

            Conocer al Señor... ¡Es lo único que importa!

8 de agosto de 2022 - Lunes de la 19ª semana "B

Ezequiel 1:2-5. 24-28; Mateo 17:22-27

Homilía

           Hoy comenzamos nuestra lectura del leccionario a partir del Libro del profeta Ezequiel.  Ezequiel parece esforzarse por demostrar que la Palabra de Dios le fue pronunciada en un momento muy concreto de la historia de Israel y en un lugar determinado.  Fue, dice, en el quinto mes del quinto año del reinado de Joaquín, en la tierra de los caldeos, cerca del río Kebar.

           Una de las características de la religión de Israel fue que tomó conciencia de la intervención personal de Dios en su historia en momentos y lugares muy concretos.  Lo mismo ocurre con nuestra experiencia religiosa cristiana.  Cada gracia, cada encuentro con Dios, se dirige a nosotros en un momento preciso de nuestra historia.  Así, todo recuerdo de acontecimientos importantes en nuestra vida personal o comunitaria es el recuerdo de una intervención de Dios en nuestra vida, o de un encuentro con Dios. 

           Los evangelistas también saben situar los acontecimientos importantes de la vida de Jesús en su contexto.  El relato que acabamos de leer, relativo al impuesto que debe pagarse o no al Templo, está, pues, directamente relacionado con el anuncio de la Pasión y la muerte de Jesús, cuya muerte será, de hecho, la destrucción del verdadero Templo.

           La curiosa historia del pez capturado con una moneda en la boca no debe considerarse un milagro.  Jesús nunca hace milagros ni para impresionar ni para demostrar que tiene razón.  El objetivo de este relato es más bien subrayar el hecho de que Jesús es dueño de la naturaleza, aunque quiera pagar el impuesto del Templo por él y por Pedro para no escandalizar a los débiles. Así, Jesús nos enseña a anteponer el bien de los demás a la defensa de nuestros derechos personales.

           Sin embargo, hay algo más en esta historia.  El diálogo de Jesús con Pedro: "¿A quién exigen impuestos los reyes de este mundo?  ¿De sus hijos o de los extraños?" indica que Jesús, con este signo, quiere mostrar que mientras era el Hijo de Dios, dueño de la naturaleza, se hizo a sí mismo un extraño.  Este es un tema que se repite con bastante frecuencia en el Evangelio, aunque siempre de forma sutil.  El Verbo de Dios llegó como un extraño, sin ser reconocido, al mundo que le era propio.  El Hijo del Hombre no tiene dónde apoyar la cabeza.  Al dejar a su familia, Jesús adoptó el estilo de vida del predicador itinerante, que es un forastero allá donde va.  No es de extrañar, por tanto, que "El Extranjero" sea uno de los títulos de Cristo en toda una sección de la literatura cristiana primitiva.

           En Dios no hay extraños, pues todos somos de la familia de Dios; y además todos somos extraños aquí en la tierra, pues nuestro verdadero hogar está arriba.  Si mantenemos estos sentimientos en nuestros corazones y los llevamos a nuestras vidas, habremos hecho mucho para restaurar la unidad y el amor en un mundo dividido por el odio y la tensión.

Armand Veilleux

5 de agosto de 2022 -- Viernes de la 18ª semana "B

Nahum 2:1...7; Mt 16:24-28

Homilía          

           Todas las llamadas del Nuevo Testamento son llamadas individuales y personales.  Jesús no hace llamadas generales a cualquiera que quiera ser su discípulo.  Siempre es un "¡Ven, sígueme!" dirigido a una persona concreta.  Sin embargo, aquí, inmediatamente después del primer anuncio de su pasión, Jesús enumera algunas de las condiciones que deben cumplir todos aquellos que son llamados y que desean responder a esta llamada.

7 de agosto de 2022 -- 19º domingo "C"

Wis. 18, 3...9; Heb. 11, ...19; Lucas 12, 32-48   

Homilía

           La historia, vista con ojos humanos, es casi siempre una pesadilla.  Esto es cierto hoy, como lo fue en la época de los profetas del Antiguo Testamento y en la de Jesús.  Siempre hay más escándalo, opresión y agresión, más guerra y limpieza étnica de lo que podemos imaginar.

4 de agosto de 2022 - Jueves de la 18ª semana del año par

Jeremías 31:31-34; Mateo 16:13-23

Homilía

           Pedro, después de ser testigo de las enseñanzas de Jesús y de varias curaciones realizadas por Él, proclama con facilidad en respuesta a la pregunta de Jesús sobre su identidad: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo."  Pero en cuanto Jesús quiere anunciar su pasión y muerte, Pedro no quiere oír: "¡Dios no lo quiera, Señor! No, ¡esto no te va a pasar!"  Probablemente Pedro esté pensando tanto en su propia seguridad como en la de Jesús.  Es agradable seguir a un Mesías que hace milagros.  Es menos agradable seguir a un profeta condenado a muerte.

6 de agosto de 2022 - Fiesta de la Transfiguración

Dan 7:9-10.13-14; o 2 Pe 1:16-19; Mc 9:2-10

Homilía

           Este relato evangélico, que suele llamarse "Transfiguración", corresponde a un estilo literario llamado apocalíptico.  Es un estilo que se encuentra no sólo en el último libro del Nuevo Testamento, que se llama precisamente Apocalipsis, sino también en varios pasajes de los Evangelios. Por eso es muy acertado que el leccionario litúrgico de la fiesta de hoy nos ofrezca como primera lectura una visión del Libro de Daniel, que se sitúa precisamente en esta línea. 

3 de agosto de 2022 -- Miércoles de la 18ª semana, año par ,

Jer 31, 1-7; Mt 15, 21-28

Homilía

           El Evangelio de ayer nos dio un ejemplo de la fe del apóstol Pedro: una fe generosa y débil a la vez.  Hoy, la lectura del Evangelio nos da el ejemplo de una fe muy profunda y fuerte en una mujer que no pertenecía al pueblo de Israel.  Una fe tan fuerte que no sólo hizo que Jesús "cambiara de opinión", por así decirlo, sino que incluso ella influyó en su ministerio.